miércoles, 17 de diciembre de 2008

Tras la cortina
que forma el humo
que algún día me matará,
te recuerdo anhelante,
deseosa de viajar
a través del tiempo,
a través de la vida.
Todos tus labios expectantes
por mis manos o mis besos.
Eva de todas las Evas,
yo el Adán impuro
que surcaba tu cuerpo.

Eras un campo fértil
esperando ser
arado,
amado,
construido.
Jugaste tus juegos
riéndote de los míos,
solamente miraba
esa dulce caricia
que siempre llegaba a mi corazón.

Ahora,
desnudo de todos mis temores,
te recuerdo aún clavada en mi pecho
sonrío solitario
mientras acaricio esa pequeña
espina que eres tú.

martes, 16 de diciembre de 2008

Pérdidas

Yo tuve un amigo, que me levantaba todos los días a las 5:00 a.m. para correr, con el cual nunca tomé más de tres cervezas y que se preocupaba no solo por lo que había afuera sino lo que había adentro, que me enseñó lo valioso de ser diferente y que, a pesar de la distancia siempre había una sonrisa en su rostro.
Yo tuve un amigo que luchaba por lograr su objetivo, que se esforzaba por ser mejor cada día y por demostrar su valía.
Yo tuve un amigo que me impulsaba a ser otro, siempre hacia arriba siempre mejor.
Pero ese amigo murió.
Murió un día en que una persona me reclamó lo que nunca hice.
Un día en que me trató como jamás me enseñaron a tratar.
Un día en que dudó de mi y de quién era.
Me acordé que tengo este blog y decidí escribir en él para decir lo triste que estoy, lo maldita que es la vida a veces y cómo se ensaña en destrozarlo a uno.
La vida es bella
La vida siempre es justa
Dos expresiones de dos películas completamente diferentes pero ciertas. Creo en la belleza de la vida cuando miro a mi hija sonreir, no es un lugar común, no lo crean, cuando esa niñita que no distingue lo bueno de lo malo, o mejor, lo que yo considero bueno de lo que yo considero malo deja entrever sus pequeños dientes fustiga mi alma y estremece mis carnes como ninguna mujer ha logrado estremecerme.
Y la vida es justa porque haga lo que haga siempre termina equilibrándose lo malo que he sido con lo poco bueno que trato de ser a veces.
Lo que estoy diciendo ahora, aunque aparentemente incoherente y poco relacionado con lo que empecé a decir, en realidad se encuentra íntimamente ligado. Tuve un amigo que significaba la intelectualidad, que significaba que uno podía lograr las cosas esforzándose, recuerdo que decidió ser corista sin tener buena voz y se esforzó tanto que lo logró, siempre pensé "para qué?" en realidad aún lo pienso pero me gustaba saber que alguien podía hacer esas cosas, yo solamente escribía leía y tomaba. Después decidió irse del país y lo hizo yo me alegré y pensé que, aunque me encantaría irme del país nunca lo iba a hacer así que decidí seguir escribiendo, tomando y leyendo.
Después desapareció y solamente me enteraba de cosas de él de manera fragmentada, dije es lógico ahora hace lo que debe hacer para lograr lo que quiere. Yo abrí un bar y lo cerré porque quebré ( con mi socio me tomé todas las ganancias y las perdidas) como ven la vida es bella.
Después decidí no seguir tomando y empezar a trabajar, al rato vino mi hija, y también dejé de escribir, solo le escribo a ella aunque aún no sabe leer.
Es acá cuando de repente, un mensaje en mi correo, un insulto mal dirigido un reclamo que nunca debió llegar y una sorpresa que batía como un tambor, me hizo moverme. Por qué las primeras palabras no son de saludo sino de escarnio? comenzó una batalla que, parece, ya terminó y, como en todas las batallas, el campo quedó regado de muertos hubo heridos y hasta prisioneros, a un lado veo que mi amigo no existe y, lo que es peor, parece que nunca existió, por otro, desangrándose cada vez más en medio de un charco de agua viscosa y negra, los recuerdos que existieron lanzan su último suspiro y, así, el fuego, la peste y el dolor enseñorean todo el lugar.
Pero está bien, lo tengo merecido, nunca lo seguí y es justo que, con razón o sin razón, todo termine, que no pensemos que el tiempo pasa y todo sigue igual, que la amistad, como todo en este mundo, es perecedera y, aunque no se pueda comprar, jamás podemos mantenerla indefinidamente. La vida es justa.
Sólo queda girar el cuerpo y seguir caminando. Realmente me entristece pero no lamento lo sucedido porque por lo menos sabemos la verdad y, en una amistad, decirse la verdad siempre es más preciado que la amistad misma.
Adiós

jueves, 11 de diciembre de 2008

A BABEL






Desde las paredes,
huecas de sentimientos
repletas de oidos,
nos miraban congelados,
extáticos para siempre,
jóvenes ahora viejos;
mientras los jovenes siempre viejos
nos atenazaban con su sonido,
nos mostraban los caminos
no recorridos - recorridos;
era imposible saber
quién tomaría la primera michelada
o si las velas se apagarían
sin que una cerveza
saliera de Charly

Adustos,
nuestros afiches,
escritos, luces,
esperaban que se cerrara la puerta para gemir
Los fantasmas, entonces, nos visitaban
nuestro animal siempre bajaba de algún árbol
el olor a cerveza
a cigarrillo
a felicidad
ensuciaba las mesas
golpeaba las puertas
y Facu siempre se reía en los salones
Nadie podra quitar
de nuestras mentes
ni nadie podrá contar
lo que pasó en Babel

jueves, 6 de noviembre de 2008

Cuentos No 1

Erase una vez,

mi niña,

una princesa que vivía en el Sol,

que bajó por un rayo de

luna

porque quería conocer el mar,

desde su casa arriba lograba verlo

brillante como lámpara china,

repleto de peces y barcos,

cubierto de gaviotas voladoras

que cantaban viejas canciones marinas de amor

porque quería conocer la tierra,

meterse entre los dedos terrones enteros,

ver crecer las flores aromáticas bailarinas,

rodar sobre el suelo, mezclarse con el barro

porque quería sentir el viento

correr entre sus cabellos,

cubriendo su cuerpo,

vibrando con las carcajadas nacidas en su piel

pero sobre todo.

sobre los peces,

el viento cabalgante

la tierra olorosa

Por sobre todo,

quería saber que era:

unas manos que cubren el sueño,

una sonrisa cuando se camina inseguro,

una abrazo a cambio de balbuceos,

un beso al ver la llegada.

Todo lo quería la princesa

por eso bajó, por la luz de la Luna,

lenta como cuando se tiene prisa,

deleitándose con

el mar

la tierra,

el viento,

feliz, saboreando,

el beso,

el abrazo,

las manos.

Ansiosa bajó la princesa del Sol

y llegaste tú.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Robert Desnos: información

Aquellos que estén interesados en conocer algo más de Desnos pueden dirigirse a: http://es.wikipedia.org/wiki/Robert_Desnos, igualmente aquellos que quieran leer más poemas de Desnos pueden hacerlo en http://www.poesiaspoemas.com/robert-desnos, dudo que en wikipedia encuentren algo porque como tiene menos de 50 años de muerto no se atreven a publicar nada.
Por acá publicaré, como siempre, los poemas que me gusten así que también pueden darse una vuelta por acá.

viernes, 10 de octubre de 2008

A la misteriosa

Rebujando en la internet sobre el nuevo nobel de literatura encontré este poema de este poeta, también él francés, desconocido para mí pero, estoy seguro, no para la literatura. aquellos que han visitado este blog sabrán que el 80% de lo aquí publicado es mío y el 100% de los poemas también pero este poema tocó dentro de mí de una manera como hacía mucho rato no lo tocaba un poema por eso lo coloco acá y trataré de buscar más poesía de él



" Tanto he soñado contigo que pierdes tu realidad.

¿Habrá tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo

y besar sobre esa boca

el nacimiento de la voz que quiero?

Tanto he soñado contigo,

que mis brazos habituados a cruzarse

sobre mi pecho, abrazan tu sombra,

y tal vez ya no sepan adaptarse

al contorno de tu cuerpo.

Tanto he soñado contigo,

que seguramente ya no podré despertar.

Duermo de pie,

con mi pobre cuerpo ofrecido

a todas las apariencias de la vida y del amor,

y tú, eres la única que cuenta ahora para mí.

Más difícil me resultará tocar tu frente

y tus labios, que los primeros labios

y la primera frente que encuentre.

Y frente a la existencia real

de aquello que me obsesiona

desde hace días y años

seguramente me transformaré en sombra.

Tanto he soñado contigo,

tanto he hablado y caminado,

que me tendí al lado de tu sombra y de tu fantasma,

y por lo tanto, ya no me queda sino ser fantasma

entre los fantasmas y cien veces más sombra

que la sombra que siempre pasea alegremente

por el cuadrante solar de tu vida. "
Robert Desnos(Francia, 1900-1945)

lunes, 6 de octubre de 2008

Apéndice Beowulf

NOMENCLATURA
Nota: En la presente compilación se han incluido todos los nombres propios que son utilizados en la versión original pero que en mi versión no se encuentran. Esto se debe primero a que por cuestión de espacio y para que la historia no pierda el hilo me vi obligado a suprimirlos y además no eran muy relevantes en la historia sino que muchas veces se los incluía en la versión original, que estaba compuesta en poema, para cerrar las rimas.

Abel: Asesinado por Caín, su hermano. Génesis iv, 8.
Alfhere: Pariente de Wiglaf.
Ashhere: El consejero de Hrothgar, hermano de Yrmenlaf.

Beanstan: Padre de Breca.
Beow o Beowulf: Rey danés, hijo de Scyld, padre de Healfdene.
Beowulf: Hijo de Edgetheow; sobrino de Hygelac.
Brec: Hijo de Beanstan; rey de los Brondings.
Brondings: Tribu no identificada.

Caín: Asesino de Abel, su hermano más joven; Padre de todos los monstruos.

Daneses: El pueblo de Hrothgar, también llamados Scyldings.
Daneses medios: El pueblo de Hnæf. Posiblemente son los Jutos.
Dayraven: El mejor de los Francos.

Eadgils: Príncipe sueco, hijode Ohthere, hermano de Eanmund.
Eanmund: Príncipe sueco, hijo de Ohthere, hermano más joven de Eadgils.
Earna-Ness: Un cabo en la tierra de los godos (Earn: águila).
Edgelaf: Padre de Unferth, el envidioso.
Edgetheow: Un Waymunding que se casó con la hija única del rey godo Hrethel; asesino de Heatholaf; padre de Beowulf.
Edgewela: Un rey danés muy poco conocido.
Eofor: Guerrero godo, asesino de Ongentheow; hijo de Wonred; hermano de Wulf; esposo de la hija de Hygelac.
Eomer: Hijo de Offa.
Eormenric: El famoso rey de los godos del este.
Esker: El mejor de los guerreros de Hrothgar.

Finn: Rey de los Fisios del este, monarca de los Jutos; hijo de Folcwalda; esposo de Hildeburgh.
Fitela: Sobrino (e hijo) de Sigemund.
Folcwalda: Padre de Finn.
Francos: Pueblo bajo las ordenes de los reyes Merovingios; también llamados Hugas; enemigos de los godos.
Freawaru: Hija de Hrothgar.
Frisios: Pueblo dividido en Frisios del este (pueblo de Finn) y
Frisios del Oeste(tributarios de los francos).
Froda: Rey de los Heathobards, padre de Ingeld. Asesinado por los daneses.

Garmund: Padre de Offa.
Gifthas: Una tribu germánica del este.
Godos: El pueblo de Beowulf, en la actualidad habitantes del pueblo Gotarike en el sur de Suecia.
Grendel: Ogro asesinado por Beowulf; descendiente de Caín.
Guthlaf: Un súbdito danés de Hnæf, luego de Hengest.

Halga: El hermano más joven de Hrothgar; padre de Hrothulf.
Hama: Heroe que escapó de Eormenric con el collar Brising.
Hareth: Padre de Hygd.
Hathkin: Segundo hijo de Hrethel, el cual lo sucede, habiendo matado a su hermano mayor, Herebeald, por accidente.
Healfdene: Rey de los daneses, hijo del Beowulf el danés; padre de Heorogar, Hrothgar, Halga y Ursula.
Heardred: Rey godo, hijo de Hygelac e Hygd. Killed by Onela.
Heathobards: El pueblo de Ingeld, enemigos de los daneses.
Heatholaf: Un Wylfing, asesinado por Edgetheow.
Helmings: La familia de Wealhtheow.
Hemming: Pariente de Offa y Eomer.
Hengest: Lider de los daneses (daneses medios) luego de la muerte de Hnæf.
Heorogar: Rey danés, el hermano mayor de Hrothgar.
Heorot: La fortaleza de Hrothgar. Este lugar muy probablemente se encuentra ahora cerca de Lejre Roskilde. (heorot:ciervo)
Heoroweard: El hijo de Heorogar; no lo sucedió, tal vez porque era muy joven.
Herebeald: El hijo mayor de Hrethel; asesinado por Hathkin.
Heremod: Tirano danés.
Hereric: Tío de Heardred. Posiblemente el hermano de Hygd.
Hetware: Tribu Franca.
Hildeburgh: Esposa de Finn; hija de Hoc; hermana de Hnæf.
Hnæf: Hijo de Hoc, hermano de Hildeburgh; lider de los daneses medios.
Hoc: Padre de Hnæf y de Hildeburgh.
Hrefnawudu: ‘El bosque de los cuervos’, el bosque sueco donde Ongentheow mató a Hathkin.
Hreosnabeorgh: Una colina en la tierra de los godos.
Hrethel: Rey de los godos; padre de Hygelac.
Hrethric: Hijo de Hrothgar y Wealhtheow; hermano mayor de Hrothmund.
Hronesness: Un cabo en la tierra de los godos (Hron: ballena).
Hrothgar: Rey de los daneses.
Hrothmund: Hijo de Hrothgar, hermano de Hrethric.
Hrothulf: Hijo de Halga; sobrino de Hrothgar.
Hrunting: La espada de Unferth
Hugas: Los Francos que Hygelac atacó.
Hunlaf: Padre de uno de los seguidores de Hnæf.
Hygd: Esposa de Hygelac, hermana de Hareth.
Hygelac: Rey de los godos; tío de Beowulf. Murió en una batalla contra los frisios en el año 521.

Ingeld: Hijo de Froda; príncipe de los Heathobards; esposo de Freawaru.

Merovingio, el: El rey de los Francos.

Nailing: La espada que Beowulf tomó de Dayraven.

Offa: Rey de los Anglos en Angeln.
Ohthere: Hijo de Ongentheow el Sueco; hermano mayor de
Onela; padre de Eanmnd y Eadgils.
Onela: Hermano de Ohthere y su sucesor, esposo de Ursula.
Ongentheow: Rey sueco, padre de Ohthere y Onela; asesino de Hathkin.
Oslaf: Seguidor danés de Hengest.

Scyld: Fundador de la Casa Real danesa, los Scyldings.
Scyldings: Descendientes de Scyld; la familia de la Casa Real.
Scylfings: La familia real Sueca.
Shefing: Hijo de Sheaf.
Sigemund: Hijo de Wæls; padre y tío de Fitela; conquistador del dragón Fafnir.
Suecos: Los Suecos de la Suecia este-central eran los vecinos de los godos.
Swerting: La abuela de Hygelac.

Unferth: Hijo de Edgelaf; Consejero de Hrothgar.
Ursula: Hija de Healfdene.

Wæls: Padre de Sigemund.
Waymundings: La familia de Wiglaf, Weoxstan y Beowulf.
Wealhtheow: La reina de Hrothgar.
Wendels: Vandalos.
Weoxstan: Padre de Wiglaf.
Wiglaf: Hijo de Weoxstan; un Waymunding, pariente de Beowulf y su escudero más fiel.
Withergyld: Un guerrero Heathobard.
Wonred: Padre de Eofor y Wulf.
Wulf: Hermano de Eofor, hijo de Wonred.
Wulfgar: Principe de los Vandalos; el heraldo de Hrothgar.
Wylfings: Una tribu germánica.

Yrmenlaf: El hermano más joven de Ashhere.

Capítulo III: De Beowulf y la Batalla Final



Habían pasado cincuenta inviernos y cierto hombre que no era bien visto en la corte, y que se esforzaba por hacerse agradable a su señor, le ofreció un día una copa de oro adornada con piedras maravillosas. Interrogado severamente acerca de la procedencia de la copa, acabó por confesar el robo: la había sustraído de una cueva, en el bosque, mientras el guardián dormía. El guardián era un enorme dragón. Los guerreros que lo vieron instaban a su señor a que se apoderase de todo el tesoro. Pero a Beowulf no el importaban las riquezas, le repugnaba el robo, y castigó al ladrón.
Entre tanto, la bestia había notado que el oro desaparecía y husmeando, husmeando, advirtió que un extraño había entrado en la cueva mientras él dormía.
El dragón, enfurecido, sintió que su pecho se enardecía y, lanzándose a través de los campos y pueblos, esparció el terror y la muerte por doquier, sembrando de desolación todos aquellos lugares por los que pasaba. Un gran clamor de lamentos se alzaba, una tremenda desgracia había caído sobre la tierra de los godos.
Los súbditos acudía a tropel a quejarse a Beowulf y a rogarle que los librase del monstruo. Los guerreros temblaban y Beowulf habló en los siguientes términos:
—Ha llegado el momento de ir a la cueva a buscar al dragón; yo lucharé contra el guardián del tesoro.
Con doce hombres y con el ladrón como guía, se dirigió al lugar.
Cuando hubieron llegado cerca, se sentó un momento el anciano héroe junto a la roca, con el ánimo entristecido. No era el miedo lo que abatía al vencedor de Grendel y de la madre de éste, sino un lúgubre presentimiento que lo sobrecogía, advirtiéndole que la muerte estaba cercana y le murmuraba:
—Despídete de tus fieles.
Así lo hizo.
Poco después se levantó para dirigirse con paso rápido al muro de piedra en el que se abría la cueva. De las profundidades de la caverna salió una nube de fuego. Todo el monte pareció incendiarse. Beowulf sintió ardientes quemaduras, su pelo se chamuscó debajo del yelmo. Quedó cegado por las llamas, pero Beowulf no se arredró por ello, sino que llamó con voz fuerte al enemigo, incitándolo a combatir. El dragón oyó la llamada y, envuelto en una nube de fuego, resoplando, salió de las profundidades de su guarida para golpear con sus gigantescos miembros anillados el escudo del héroe, el cual resistió a pie firme el ataque con el hacha en alto, preparado para herir, lanzando un golpe que el monstruo pudo esquivar, retrocediendo.
Beowulf atacó de nuevo y el gigante echó llamas por la boca arrojándolas contra el escudo, hasta que se puso al rojo y se fundió e incluso la misma coraza del héroe enrojeció, hasta quemarle la piel.
Pero el soberano de los godos todavía pudo lanzar un golpe con el hacha que se escurrió por encima de la pata escamosa del dragón, hiriéndole solo levemente; esto, obviamente, irritó la furia de la bestia. Las llamas brotaron caudalosamente de sus fauces, chisporroteando las centellas, mientras su aliento emponzoñado hervía. El viejo guerrero titubeaba ya; si su arma no le ayudaba, estaba perdido.
De un saltó se colocó junto a él el valiente Wiglaf, su escudero fiel. Éste no había podido resistir por más tiempo la espera y había gritado a sus compañeros:
—¡Ayudemos a nuestro señor! Él siempre nos ha defendido, ¡Ahora es nuestro turno! Prefiero mil veces que me consuma el fuego a que muera mi rey.
Los demás vacilaron, pero Wiglaf corrió junto a su señor y a través del vapor y de las llamas atacó el dragón.
El monstruo se había ensañado con la coraza de Beowulf y echó el aliento en el rostro de éste, no protegido por el yelmo, ya medio fundido. Se encontraba indefenso para el combate y, rehaciéndose a la desesperada, dejó un flanco al descubierto al iniciar su postrer ataque. Recibió un golpe en el costado sin protección, cayendo vencido. Reuniendo el último esfuerzo y el definitivo hálito de vida, el anciano Beowulf consiguió partir con su hacha la cabeza del dragón que, retorciéndose bruscamente, cayó muerto casi al instante. Pero también el héroe había caído, cegado por el pestilente aliento del monstruo.
Wikleif se inclinó sobre su rey y señor a tiempo de oírle murmurar:
—Esto es el fin. El fuego me consume, refréscame. Dame agua, me desvanezco.
Rápidamente, el fiel y valeroso escudero buscó agua para rociar con ella la cara del héroe; lo despojó de sus armas.
—¡Ah —suspiró Beowulf—, como desearía dejar estas armas a mi hijo! Ahora parto de este mundo al oscuro reino de las tinieblas sin dejar sucesor. ¿Quién poseerá el reino que durante cincuenta años defendí de todos sus enemigos? ¡Pronto, corre a la cueva, tráeme los tesoros! Al héroe moribundo le consuela el brillo del botín…¡Corre y tráeme el tesoro antes de que mis fuerzas desfallezcan, antes de que me falte la luz!
Wiglaf partió a cumplir la última orden.
Ayudado por los otros guerreros, fue amontonando las riquezas justo al lado donde yacía Beowulf, quien, al contemplar con ojos turbios tan brillantes y relucientes maravillas, susurró:
—Esto es lo que gané para mis hombres! ¡La herencia de Beowulf! Que les sirva para la felicidad, a ellos, valientes leones godos. A mí constrúyanme un túmulo a la orilla del mar, en una colina que mire por encima de las olas, que sirva de guía a los navegantes y que lleve por nombre «Monte de Beowulf».
Los ojos se le velaban. Alargó la mano hacia el cuello de su fiel amigo.
—Eres el último de nuestra estirpe; la muerte se los llevó a todos…Los nobles héroes…
Y su espíritu voló al Wælhalla.
Los guerreros permanecían en silencio.
Horas después cavaron una fosa y sobre ella erigieron un túmulo muy alto y visible desde muy lejos, según los últimos deseos del rey. Y en diez días acabaron la monumental obra, el mayor túmulo que jamás se haya conocido. En él enterraron también el tesoro, lo mismo que en otros tiempos, cuando el dragón lo guardaba. Rodearon después, en procesión fúnebre, los doce más nobles guerreros, a caballo, el monumento, entonando el De profundis en honor del monarca y cantaron sus gestas, alabando sus luchas contra héroes, monstruos y gigantes, como correspondía a una muerte tan heroica como la suya.
Y todos los pueblos supieron lo sucedido.
Y todos lloraron la muerte del héroe Beowulf.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Capítulo II: La venganza de Gréndel


A la mañana siguiente a la muerte de Gréndel, el palacio estaba rodeado por los daneses que acudían para enterarse de lo ocurrido. Casi ninguno de ellos había podido dormir a causa de los
gritos. Mientras observaban la garra del ogro que colgaba del techo, se relataban unos a otros los detalles de la lucha.
Un reguero de sangre salía del palacio y se internaba en el bosque. Parecía indicar el camino por el que Grendel había huido. Algunos hombres decidieron seguir ese rastro, ayudados por
las pisadas del monstruo, que habían marcado la tierra con grandes huellas.
De regreso al Herot, contaron a todos lo que habían visto. Siguiendo el camino indicando por las manchas de sangre, habían llegado hasta un lago donde las aguas hervían rojas y se
revolvían en un furioso oleaje. Estaban seguros de que allí se había arrojado su enemigo.
Hrothgar entró al palacio acompañado por la reina. A medida que ambos subían por las gradas, podían contemplar de cerca la garra de Grendel colgando del techo dorado. Aquella zarpa era
tan espantosa que tenía en cada dedo una uña de acero. Decían que nunca una espada, por dura que fuese, hubiera podido abatir a la fiera o cortar su garra.
Ya en la sala, el rey pidió que llamaran a Beowulf.
—Hace aún poco tiempo pensaba que nunca acabaría esta desgracia. Mi sala estaba roja de sangre. Desde ahora —le dijo— , te doy mí afecto y te tengo por hijo. Respeta este vínculo y
guárdalo por siempre. Nada en la tierra te habrá de faltar de las cosas que tengo.
—Hubiera deseado que no escapara, pero no pude impedirlo —dijo el godo—. Resistimos con valentía, pero escapó cuando su brazo se desprendió del resto de su cuerpo. De todos modos,
vivirá poco tiempo.
Unferth, el envidioso, permaneció a un costado, sin que nadie lo viera, masticando su odio. Ciertamente, Beowulf había demostrado tener mucho valor para matar al ogro. El nunca se
hubiera atrevido a hacerlo. Pero todos parecían olvidar que Beowulf no era el único que había quedado con vida después de la lucha. La leyenda de las criaturas decía que eran dos los monstruos que vagaban en la noche. Unferth lo recordaba, aunque no tenía intenciones de decirlo.
El rey ordenó que arreglaran el Herot inmediatamente. En los muros se colocaron inmensos tapices, que causaban asombro por las escenas tejidas en ellos. Podía contemplarse la historia de los daneses, tramada en finas hebras de lana de distintos tonos. Luego se repararon los bancos y los acomodaron alrededor de las mesas. Sólo el techo había quedado intacto.
Cuando el Herot lució por fin como antes, Hrothgar reunió a sus caballeros en la sala para organizar una ceremonia. Todos los famosos varones tomaron asiento en la morada presididos por el monarca.
El rey le entregó a Beowulf un estandarte dorado, una cota, un yelmo y una espada excelente. El yelmo estaba adornado con una banda de hierro trenzada que servía para protegerse del golpe
mortal de una espada. Ordenó traer ocho caballos, todos de distintos colores, cuyas riendas y correajes estaban cubierto por láminas de oro. Uno de ellos llevaba una montura adornada con
joyas, pues era la silla del monarca.
La reina se acercó a Beowulf y le entregó dos brazaletes de oro trenzado, una cota de malla y un collar como no ha habido en el mundo.
Entonces, organizaron una fiesta tan grande como las que antes solían realizar. El arpa comenzó a sonar mientras los daneses acudían con jarras de vino.
Al llegar la noche, Hrothgar se retiró cansado a su alcoba. Los guerreros apartaron los bancos y extendieron jergones y mantas sobre el suelo para descansar. Luego de quitarse las armas,
cerraron las puertas y ventanas del palacio para mantenerse a resguardo del frío de la noche.
Recién entonces, godos y daneses se entregaron al sueño.
Beowulf se retiró a una alcoba especial que le fue asignada.
Pasada la medianoche, la puerta principal del palacio se abrió de par en par y un viento helado penetró en la sala.
La madre de Gréndel, una ogresa tan repugnante como su cría, estaba de pie en la entrada. Su diabólica figura se recortaba contra una tenue luz que venía de afuera. Miraba a cada uno de
los guerreros con rencor, dispuesta a devorarlos para vengar la muerte de su hijo.
El terror se apoderó de todos. Los hombres atinaron a empuñar los hierros que estaban sobre los bancos y tomaron los escudos.
Al ver que los caballeros se armaban, la ogresa quiso alejarse rápidamente de la sala. Pero antes de irse, atrapó a Esker, el varón que Hrothgar más estimaba, y escapó con él a su ciénaga.
Por la mañana, los hombres miraban aterrados hacia el techo del palacio sin poder creer lo que veían: la ogresa se había llevado la garra sangrienta de su hijo.
El rey ordenó que Beowulf acudiera a su sala y lo puso al tanto de lo que había sucedido.
—Esker, mi mejor guerrero, está sin vida . Una ogresa monstruosa le dio muerte con sus manos y escapó arrastrando su cuerpo.
La leyenda decía que eran dos los ogros. Ayer castigaste a uno, a Gréndel.. Fue su madre la que anoche atacó el palacio para cobrarse la muerte de su espantoso hijo.
—Hrothgar, seguiré su rastro. No escapará, ya se meta en la tierra, ya corra a los bosques o al fondo del mar. Donde quiera que esté, la hallaré.
—Aún no conoces el horrible paraje donde vive. Es un lugar despiadado como los que lo habitan. Un río se vierte desde el monte y se hunde en la tierra al pie de las rocas. Desde sus orillas,
puede verse un fangal repugnante sobre el que se inclina un bosque nevado. Las ramas de los árboles se dejan caer sobre el lago y lo ensombrecen. Cada noche se producen allí unos espantosos prodigios: las aguas foguean como si un ejército de guerreros estuviera sumergido en ellas disparando las armas más poderosas. Mal sitio es aquel. Cuando el viento se levanta, el oleaje se eleva oscuro hasta las nubes. Entonces, el aire se espesa y el cielo estalla en agua.
Beowulf lo escuchaba tratando de imaginar aquel lugar.

—Ve allí, si te atreves —dijo el rey—. Pero antes de partir, debes saber algo: ningún sabio varón ha conocido jamás el fondo de esas aguas. Nada puede decirte de lo que en ellas está sumergido.
Rápidamente se organizó una tropa para acompañar al godo hasta el lago. Hrothgar también se puso en marcha. Siguieron las huellas de la ogresa, caminando por las sendas de los bosques y a
través de los campos abiertos. Trataban de no perder el rastro al cruzar los fangales. Recorrieron caminos de rocas quebradas donde el paso se hacía difícil, pues sus senderos eran tan angostos
que sólo podía pasar un hombre por vez.
Al fin, llegaron a un bosque que volcaba sus ramas a un precipicio gris. Era una selva penetrada por las sombras. Abajo, las aguas del lago se revolvían con sangre. Hrothgar ordenó que un guerrero se adelantara para inspeccionar la zona. El danés trepó sobre un risco para observar por qué camino les convenía acercarse a la orilla; pero antes de que pudiese hacerlo, su mirada tropezó con una escena horrible: la cabeza de Esker estaba tirada sobre el barro.
El guerrero regresó y contó lo que había visto. Todos se sentaron en silencio, sin dejar de mirar el lago, pues no podían apartar sus miradas de aquel espectáculo. Enormes serpientes, que no
dejaban de moverse, estaban nadando en las aguas. En las rocas, se veían monstruos echados, extraños dragones tendidos boca abajo.
Entonces, el cuerno tocó sus sones de guerra. Al oír aquel sonido, todas las criaturas emprendieron la huida con desconfianza.
Sus cuerpos se teñían de rojo al atravesar las aguas. Beowulf empuñó su arco, lo atravesó con una flecha y apuntó a una de las bestias. El arma logró penetrar en su pecho y quedó incrustada en él. La serpiente cayó en el lago y empezó a nadar lentamente. Los demás guerreros comenzaron a lanzarle arpones hasta sacarla del agua. Su cuerpo áspero y brillante quedó tendido sobre la tierra, a la vista de todos.
El príncipe de los godos, decidido a entrar en el agua, se equipó con su arnés de combate. Le colocaron la cota de malla para proteger su cuerpo de las garras de los monstruos. Su cabeza estaba cubierta por el yelmo, cuyas bandas de hierro impedirían que nada lo hiriese.
Unferth se acercó entonces a la orilla. Seguro de que el godo moriría, le dijo:
—Si precisas ayuda, puedo prestarte mi espada, la Hrunting.
Beowulf no le contestó. Mientras continuaba preparándose, observaba la espada que el danés le ofrecía. Su hoja mostraba señales venenosas, pues había sido endurecida con la sangre de
las guerras.
—Nunca me ha fallado en ninguna de mis batallas —insistió Unferth, pero el godo seguía sin hablar.
—¿Acaso eres tan arrogante como para negarte a usarla? ¿O prefieres que tu sangre se mezcle con la del ogro dentro de las aguas?
—Tú sólo amenazas, pero no te vistes para bajar. Déjame en paz ahora —le dijo Beowulf.
Entonces, se despidió del rey:
—Hrothgar, heredero de Healfdene y gran soberano, parto en busca de la ogresa. Si muero, protege a mis hombres. A Hygelac, envíale los regalos que ya me entregaste: deseo que sepa que fuiste generoso conmigo.
El godo se acercó lentamente a la orilla. Las aguas enrojecidas comenzaban a mojarlo mientras sus pies se hundían en el lodo blando. Así siguió avanzando, hasta que su cuerpo estuvo
sumergido.
Gran parte del día estuvo nadando sin poder dar con el fondo. Una y otra vez intentaba hundirse con grandes impulsos, pero el lago era demasiado profundo. Los daneses y los godos, que lo
observaban desde el risco, veían cómo su cuerpo emergía húmedo y volvía a desaparecer con rapidez. Todo era en vano.
La madre de Grendel advirtió que un hombre se encontraba en sus aguas. Desde su guarida lo veía descender, temiendo que pretendiera invadir su mansión.
Nadó entonces hasta hallarse debajo de aquel cuerpo y lo atrapó velozmente con sus feroces garras. Nadie pudo verla, pues no asomó a la superficie. Bajó hasta su cueva en el fondo del lago,
arrastrando al godo, que no conseguía valerse del hierro para detenerla. Las bestias marinas lo rodeaban y mordían su cota una y otra vez.
El guerrero se sentía desvanecer, sus fuerzas disminuían a causa de los intensos ataques. Atrapado por la ogresa y cercado por esos engendros, perdió el conocimiento.
Cuando más tarde pudo reaccionar, se encontró en una gruta submarina, donde vivía la ogresa. El techo impedía que las olas furiosas penetrasen en aquel recinto húmedo y maloliente. Una
hoguera de llamas brillantes iluminaba la estancia. Lentamente, Beowulf pudo acostumbrarse a aquella luz. Recién entonces vio a la ogresa, que lo observaba como si fuera un monstruo nunca
visto.
El guerrero alzó su espada y la lanzó sobre la cabeza de su enemiga, pero el golpe no logró dañarla. Arrojó, entonces, su espada al suelo, dispuesto a valerse sólo de sus manos.
Agarró a la ogresa por el hombro y, con una fuerza terrible, hizo que cayera a tierra. Pero también ella era fuerte y pudo derribarlo.
El godo cayó y la bestia se le colocó encima. Su mirada era despiadada. Sin que él pudiera advertirlo, sacó una daga ancha y brillante y trató de matarlo. Pero ni la punta, ni el filo de la
daga pudieron atravesar la cota anillada del guerrero.
Beowulf logró levantarse del suelo y se apartó de ella. Buscaba impaciente algo que pudiera servirle para atacarla. De pronto, vio un hierro impresionante que colgaba de una pared de la cueva.
Era una espada valiosa y de filo potente, tan pesada que ningún otro hombre hubiera podido manejarla, pues había sido forjada por gigantes.
Mientras Beowulf luchaba en aquella cueva, arriba, en la orilla del lago, Hrothgar y sus guerreros observaban atentos las aguas.
El lago seguía hirviendo furioso, teñido de sangre. Los sabios ancianos decían que el héroe ya no regresaría. Muchos pensaban que la madre de Grendel lo había abatido.
—Tal vez ni siquiera la ha encontrado. Seguramente ha sido devorado por alguna de esas serpientes —dijo Unferth, señalando las bestias que se revolvían en el lago.
Nadie podía desmentirlo, pues el cuerpo del godo no aparecía por ningún lado. Desde que lo habían visto sumergirse por última vez, no había vuelto a la superficie.
—No existe nadie capaz de soportar tanto tiempo debajo del agua. Ni siquiera el más valiente de los hombres puede hacerlo
—dijo el envidioso danés que, como el resto, desconocía la existencia de la cueva—. Regresemos al palacio. Nada tenemos que hacer aquí.
Los daneses, que ya habían perdido toda esperanza de volver a ver a Beowulf, aceptaron la propuesta de Unferth y se dispusieron a retornar al Herot. Sólo los godos se quedaron a esperarlo.
Pero en la profundidad del lago, dentro de la cueva, Beowulf aún seguía luchando. Había tomado la espada de los gigantes y la sostenía firmemente en sus manos. Sabía que era su última oportunidad.
Si fallaba, la ogresa se echaría sobre él para devorarlo y su cuerpo no volvería a salir de las aguas.
Calculó bien el golpe. Respiró hondo y descargó la espada sobre su enemiga lanzando un grito de guerra tan fuerte que todas las bestias del lago se estremecieron. La madre de Grendel
cayó herida.
De pie, junto al cuerpo de la ogresa, Beowulf vigilaba cada uno de sus movimientos mientras agonizaba. Su cuerpo reptaba como el de una serpiente que ha sido atrapada, hasta que por fin
se quedó inmóvil.
Recién entonces, el godo decidió explorar la cueva. La luz de la hoguera alumbraba lo suficiente. Todavía empuñaba su hierro con fuerza, pues creía que podía serle útil si otra fiera se presentaba.
Delgados hilos de agua oscura recorrían las paredes de la cueva. Las rocas parecían brillar cuando el fuego de la hoguera las iluminaba. En los rincones de la gruta, encontró increíbles tesoros: algunos estaban bastante herrumbrados. Los malditos ogros debían haberlos robado hacía mucho tiempo. Nadie los habría encontrado jamás.
El camino empezaba a apagarse a medida que se alejaba de la hoguera. Más adelante, pudo vislumbrar que se abría nuevamente en otra cueva. Con cautela y observando todo detenidamente, penetró en ella.
Allí encontró en su lecho a Gréndel; su cuerpo yacía sin vida. A su lado, estaba el brazo que la ogresa había robado del palacio. Beowulf alzó la espada de los gigantes y le cortó la cabeza.
Pero cuando el filo del arma se manchó con la sangre venenosa del ogro, el hierro comenzó a derretirse.
Tomó la cabeza de Grendel y el puño labrado con joyas de la espada cuya hoja se había derretido, y se dirigió a la entrada de la cueva para regresar. Nadó hacia arriba hasta llegar a la orilla del
lago, sin que ninguna de las serpientes marinas se le acercara.
La tropa de los godos, que aún lo aguardaba, fue a su encuentro en cuanto lo vieron salir. Le quitaron el yelmo y la cota de malla. Limpiaron su rostro y su cuerpo, pues estaban empapados
en sudor y manchados con el agua sucia e inmunda del lago. Beowulf se sentó a descansar unos instantes.
—Ahora sí, podremos regresar a nuestras tierras —les dijo a sus godos, mientras miraba cómo las aguas se tranquilizaban de a poco.
Retornaron al Herot. Entre cuatro guerreros cargaban la cabeza de Gréndel, clavada en una gigantesca lanza. Atrás quedaba un cuantioso tesoro, escondido para siempre debajo de las aguas.
Los daneses estaban en la sala del palacio. Hrothgar se lamentaba por la ausencia de Beowulf, pues había demostrado ser un fiel guerrero.
—El godo ya no volverá —insistía Unferth—. Debemos prepararnos para la noche, porque es la ogresa la que va a regresar.
Si nos encuentra aquí, nos devorará a todos en venganza por la muerte de su hijo.
De pronto, se hizo silencio. Beowulf, que estaba entrando a la sala, alcanzó a oír las palabras del danés.
—Ya no te preocupes —le dijo—, ella está muerta en el fondo del lago. Aquí tienes la cabeza de Gréndel. No precisé de tu espada para cortarla.
Dejó la cabeza del ogro en el medio de la sala. Luego se inclinó ante el rey y le relató lo sucedido en la cueva. Como obsequio, le entregó el puño de la espada de los gigantes.
—Es una joya valiosa, que perteneció a los ogros. Tú debes conservarla.
Hrothgar, admirado por aquella pieza, la sostenía entre manos.
Una antigua querella estaba grabada en esa vieja reliquia, donde se refería la historia de los gigantes que había muerto ahogados en una tormenta. Tenía una guarda de oro en la que estaba
escrito, con runas de exacto valor, para quién se había hecho ese hierro.
A la mañana siguiente, los godos se dieron prisa, pues ansiaban partir. La vela se alzó en el mástil. La madera del barco crujía.
Por fin, los godos se alejaron de Dinamarca rumbo a las tierras lejanas del rey Hygelac. Nunca más se supo que otros monstruos atacaran el Herot.
Los godos fueron recibidos en su tierra con gran alegría y la gloria de Beowulf aumentó hasta el punto de que los godos — que ya habían comunicado al héroe la triste noticia del fallecimiento,
en su ausencia, del noble señor Hygelac, en lucha contra los frisios— comprendieron que había de ser aquél quien sucediera a éste.
Beowulf sucedió en el trono a su desdichado predecesor y gobernó a los godos durante muchos años, alcanzando gran fama y completa felicidad y siendo honrado por todos.

Capítulo I De Grendel, el derramador de sangre



Como todos los días, Hrothgar bajó de su habitación al amanecer para reunirse en la sala del Herot con sus invitados. Mientras desayunaba, Wulfgar, su heraldo, se acercó y le dijo:
—Mi señor, ha desaparecido uno de tus guerreros
—¿Como puede ser?
—Nadie lo sabe, mi rey
—¿Y por qué ha desaparecido?.
—Tampoco se sabe
El monarca consultó con Esker, el mejor de sus caballeros, pero tampoco él sabía los motivos de la fuga. El guerrero había huido durante la noche, sin dejar ningún rastro. Hrothgar estaba asombrado. ¿Por que habría de escapar uno de mis guerreros?. No tenía razones —se decía a si mismo— Era un hombre muy rico. ¡Que extraño que decidiera marcharse!.
Tres días después, a la mañana temprano, Wulfgar volvió y le dijo:
—Cuatro de tus guerreros han desaparecido anoche.
—¿Otra vez? ¿Cómo ha sucedido?
—Nadie lo sabe, señor
—¿Y por qué han desaparecido?
—Tampoco se sabe. Pero puedo decirte que esta vez si han dejado rastros. Hemos encontrado manchas de sangre en el piso de tu palacio.
Hrothgar mandó a llamar inmediatamente a Esker. Le ordenó que revisara el palacio entero y el bosque que lo rodeaba, cada milla, cada pulgada. El guerrero reunió a las huestes armadas
con escudos y espadas de gran filo. No hubo sitio que no revisaran minuciosamente. Pero no encontraron nada.
El monarca comenzó a dudar de que los guerreros se hubieran ido por propia voluntad. Algo les debía haber sucedido, aun que ignoraba qué. Consultó con su consejo de sabios, pero no
obtuvo una respuesta satisfactoria. Suponían que algún enemigo los había secuestrado, pero no había rastros de extranjeros en el palacio ni en las cercanías.
Otros guerreros daneses desaparecieron las noches siguientes.
Todo ocurría cuando la nieve era cubierta por el negro de las sombras. Al amanecer, el heraldo le comunicaba al rey lo que había sucedido. Cada mañana, Hrothgar bajaba preocupado de
su alcoba. Cuando veía que Wulfgar se le acercaba, ya sabía lo que venía a decirle. Durante la tarde, mientras compartían su estancia en el palacio, todos hablaban de las desapariciones nocturnas.
El rey de los daneses recordó algunos relatos que circulaban por su reino. Nunca hasta ese momento les había prestado atención, pues creía que se trataba sólo de leyendas. La gente del
pueblo aseguraba que existían dos grandes espíritus, seres malignos que siempre rondaban en torno a una ciénaga. Uno tenía el aspecto de una hembra, mientras que el otro vagaba en forma
de hombre y su tamaño era mayor. Lo llamaban Gréndel. Ambos merodeaban oscuras loberas y riscos inhóspitos.
Cuando el cielo comenzó a enrojecer de a poco y el sol ya había dejado de entibiar la nieve, el rey se retiró a dormir. La fiesta había terminado. Los caballeros cerraron las puertas y ventanas
del palacio para que el frío no entrara en la sala y se acomodaron sobre las mantas para dormir. Esker montó guardia con dos guerreros fuera del palacio.
Mientras esto sucedía en el Herot, una criatura oscura y repugnante marchaba hacia allí, como todas las noches.
Grendelvivía en las grutas y en los fangales donde el agua de lluvia se estancaba. Era un antiguo descendiente de Caín, que aborrecía a todo ser que no fuera como él.
Se desplazó con sus torpes movimientos hasta acercarse al Herot. Desde los lindes del bosque, observó la mansión. El ruido de la música que tanto lo atormentaba había cesado.
Ni Esker ni sus compañeros pudieron verlo cuando entró al palacio, pues lo rodeaba una espesa tiniebla que desdibujaba sus formas. Los gritos llegaron a oídos de la guardia cuando ya era tarde. Esker alcanzó a divisar a lo lejos la silueta del ogro que se internaba en el bosque con los guerreros atrapados en las garras.
Grendel logró escapar arrastrando a su ciénaga a los quince hombres que estaban dentro del Herot.
Los que no creían en la existencia del monstruo, desde ese día le temieron.
Al amanecer, el palacio estaba envuelto en llanto. Los gritos se expandían por la comarca a medida que la historia iba recorriendo las casas. No fue necesario que el heraldo le comunicara
la noticia al rey. Hrothgar supo qué había pasado apenas escuchó el primer lamento. Todo su reino era una tragedia. Tampoco él había creído hasta ese día en la leyenda de las dos criaturas.
Desde esa noche, el ogro no les dio tregua. había probado la carne humana y ya ningún otro alimento lo satisfacía. Esperaba ansiosamente la caída del sol para ir en busca de sus presas.
Hrothgar observaba cada noche cómo sus guerreros abandonaban el Herot, huyendo de la furia del monstruo que acechaba en la oscuridad. Buscaban un lecho seguro, en algún sitio apartado,
a salvo del peligro. El rey se cercioraba que nadie quedara en la sala antes de retirarse. Las noches de luna, una tenue luz penetraba por los ventanales más altos y recorría el desolado palacio.
No existía sitio más desierto.
Doce años duró el asedio de Grendel y su historia se difundió en aquel tiempo por tierras extranjeras. Se decía que todas las riquezas de Dinamarca no bastaban para saciar al ogro que habitaba en una ciénaga maldita, escondida en las sombras. Sin embargo, nadie podía describirlo, pues aquel que lo hubiera visto no había sobrevivido.
Fue así como los godos supieron de Gréndel. Una gran amistad los unía a los daneses. Beowulf fue uno de los primeros en enterarse de la historia y decidió viajar a Dinamarca. En aquel
entonces, era un joven vasallo y sobrino de Hygelac, el rey. Se decía que superaba en fuerza a todos los hombres vivos que había en el mundo.
Antes de emprender el viaje, los godos consultaron a sus sabios, los ancianos que podían ver el futuro. Organizaron una ceremonia en la que sacrificaron un verraco, el cerdo más grande
que había en la comarca. El animal gritó tanto que sus quejidos alcanzaron a oírse en muchos países. Tenía una voz casi humana.
Todos los pájaros que lo oyeron acudieron al lugar y volaron en círculo sobre el cuerpo del animal muerto durante horas. Los sabios entendieron que era un buen augurio y, una vez terminada
la ceremonia, le comunicaron al rey su respuesta: el viaje a las tierras danesas sería exitoso.
Se eligió a los quince guerreros más valientes para acompañar al joven godo a Dinamarca y, a la mañana siguiente, iniciaron los preparativos para el viaje. El barco, que flotaba al pie de
los peñascos, era uno de los más bellos viajeros del agua. Su casco, de madera dura y resistente, remataba la figura de un ave cuyas alas abiertas parecían sostener la proa. La cabeza del ave
se erguía esbelta, como si mirara fijamente el horizonte. Numerosos escudos labrados protegían las bordas de la nave, que fue equipada con todo lo necesario para la guerra: armas de hierro,
pesadas espadas y arneses.
Cuando todo estuvo listo, la vela se alzó en el mástil y el viento la desplegó. Los godos se hicieron al mar y se alejaron del sur de la península escandinava.
El navío avanzaba, rodeado de espuma, rumbo al camino de las ballenas. Un día después, los godos divisaron la costa de Dinamarca, con sus montañas y escollos brillando a la luz del mediodía.
Atracaron el barco en la arena y desembarcaron. Desde lo alto de un risco, un vigía danés que custodiaba la costa los vio descender. Su misión era vigilar que aquellas tierras
no fueran atacadas por naves enemigas. Empuñó su lanza y cabalgó hacia la orilla para averiguar qué tropa era esa. Sin descender de su caballo, se dirigió al enemigo mejor armado:
—¿De donde vienen?
—Somos godos, fieles vasallos del rey Hygelac— respondió Beowulf
—¿Y que los trae a Dinamarca?
—Hemos venido al encuentro de tu rey. Nos trae aquí una alta misión.
—¿Y cuál es esa misión, si es que puedes revelarla?
—No voy a ocultarte el motivo de nuestra presencia. Sabemos, si es verdadero el relato que ha llegado a nuestros oídos, que tu pueblo es asediado por un enemigo que se oculta en la
noche— explicó el godo. El vigía asintió, asombrado de que el recién llegado supiera de Gréndel.
—Vengo a ofrecer mí ayuda a Hrothgar, para enfrentar al monstruo.
El vigía juzgó a sus tropas leales y les permitió seguir adelante.
Ordenó a los hombres que estaban bajo su mando que custodiasen la nave de los godos y se ofreció a acompañarlos.
A lo lejos, alcanzaron a ver la mansión del rey, construida con piezas de madera y decorada con oro. Su reflejo llegaba hasta las tierras más lejanas. El guía les indicó el camino y se despidió
de ellos para regresar a la costa.
Las anillas de hierro gemían en las cotas cuando los godos entraron al palacio. Dejaron sus escudos cerca de la pared y apilaron sus lanzas, que eran varas de fresno con puntas de hierro.
El heraldo del rey fue a su encuentro, sin disimular su asombro al ver armas tan extrañas.
—Soy Wulfgar, mensajero del rey— se presentó—. ¿De donde vienen?
—Venimos de las tierras del rey Hygelac.
—¿Cómo te llamas?— preguntó al que le había respondido antes.
—Mi nombre es Beowulf y desearía hablar con tu señor.
Hrothgar estaba reunido con sus vasallos en la sala del palacio cuando Wulfgar le comunicó la llegada de los godos y su solicitud de verlo.
—Es un buen capitán el que manda a los hombres. Lo llaman Beowulf.
El rey se quedó pensativo. Recordaba haberlo conocido cuando era niño. Sabía que su padre, el príncipe Ekto, se había casado con la hermana de Hygelac. Beowulf era el sobrino del rey godo.
Según la gente del mar, el joven tenía en su puño la fuerza de treinta hombres.
—Corre hasta ellos y diles que vengan —ordenó—. Hazles saber que nuestro pueblo les da la bienvenida. Wulfgar se acercó a los godos y les dio la respuesta de Hrothgar. Antes de entrar en
la sala, les pidió que se despojaran de su lanzas y escudos: no era costumbre presentarse armado ante el rey. Beowulf dispuso que algunos se que quedaran a custodiar las armas, mientras que los demás ingresaron con él al Herot y se acercaron al trono del rey.El joven godo que estaba al mando del tropa fue el primero en inclinarse ante Hrothgar: lo saludó con respeto y se presentó.
—No conocía aún tu sala. La gente de mar afirma, con razón, que es la más hermosa de las moradas. Dicen también que, cuando la luz de la tarde se oculta, queda sola bajo el cielo, desierta y abandonada a su suerte. Fue en mí tierra natal donde tuve noticias de tu lucha con Gréndel. Hemos venido aquí desde muy lejos, para enfrentarnos con ese ogro.
Beowulf había oído que el monstruo atacaba sin armas. También él deseaba luchar sin ayuda de espada ni de escudo. Lo desafiaría con sus manos, aunque sabía que si Grendel lo vencía, lo
devoraría.
—Muchas noches, mis hombres —le dijo el rey—, alzando sus espadas, juraban permanecer en el Herot y enfrentar a Gréndel.
Al día siguiente, el palacio amanecía teñido en sangre y el número de mis vasallos disminuía. Nada detiene a ese monstruo.
Unferth, el hijo de Edgelaf, estaba sentado a los pies de Hrothgar. Había escuchado a Beowulf atentamente y lo envidiaba. No podía admitir que ningún guerrero fuera más valiente que él.
—Beowulf —lo increpó—, ¿eres tú el que hace tiempo se desafió en las aguas con Breca?
El godo se sorprendió por la pregunta. Le contestó que sí, aunque no comprendía por qué el danés se refería a esa vieja lucha.
—¿No cruzaron ambos el mar exponiendo sus vidas?
—Así fue como lo hicimos.
—¿Pero nadie los previno de que no lo hicieran?
—Nos aconsejaron que desistiéramos de nuestro proyecto, pero ambos queríamos hacerlo.
Unferth se puso de pie y todas las miradas se dirigieron a él.
Feliz por haber logrado concentrar la atención, prosiguió:
—¿Cuántos días duró aquella lucha?
—Siete días.
—¿Y Breca te venció porque tenía más fuerza que tú?
Sin dar tiempo a que Beowulf respondiera, Unferth avanzó en los detalles de esa vieja historia de mar, mientras recorría la sala de una punta a la otra. El auditorio aumentaba a medida que
hablaba.
—Te echaste al mar agitando los brazos para avanzar en el agua. De pronto, una tempestad invernal encrespó las olas de tal manera que perdiste tu dominio sobre ellas. La victoria fue de
Breca, pues no se dejó abatir ni por la furia del mar ni por los animales que a ti te derrotaron en un rápido combate. Ahora sé que te espera un fracaso mayor aún: Grendel te matará fácilmente,
si te quedas a su alcance.
Unferth volvió a sentarse a los pies de Hrothgar. Tomó su copa labrada en bronce y bebió el vino sin mirar a nadie, disfrutando en silencio del efecto que sus palabras habían producido.
El ánimo de todos decaía. El alivió que había sentido con la llegada de los godos se desmoronaba. Hasta hacía un momento, creían que Beowulf derrotaría al ogro. Ahora, comenzaban a perder
las esperanzas.
El godo caminó despacio hasta encontrarse en el medio de la sala. Seguro y tranquilo, se dirigió a su adversario:
—En verdad, amigo, ignoro el motivo de tus calumnias, pero puedo asegurar a todos que nadie ha podido igualar mis hazañas en el mar.
—¿Por qué habría yo de mentir y no tú? —dijo astutamente Unferth.
—Ciertamente, es tu palabra contra la mía, pero al menos permíteme relatar mí versión de esa historia.
—Nada nos complacería más que un relato mentiroso, pues estamos habituados a los relatos fantásticos.
Beowulf no le contestó. Prefirió comenzar con su versión de la lucha:
—Es cierto que Breca y yo decidimos jugarnos las vidas en las aguas. Nos echamos al mar empuñando con fuerza las espadas que nos protegían de las ballenas. Pero Breca no pudo sacarme ventaja, pues era yo quién evitaba que se quedara atrás. Así nadamos cinco días, hasta que la marea nos separó. También es cierto que sobrevino una tormenta helada y el viento norte se alzó con fuerza. Una bestia marina me arrastró hasta las profundidades, pero pude alcanzarla con el hierro de mí espada.
Los daneses escuchaban perplejos.
—Al amanecer —continuó Beowulf—, los monstruos yacían heridos en la playa. Las aguas se calmaron cuando brilló el sol y así pude divisar las rocas de la costa. Nueve alimañas mató mí
hierro. No supe jamás de nadie que sostuviera una batalla tan dura en el fondo del mar.
El auditorio estaba desorientado: no sabían a quién creer. No conocían aún a Beowulf, aunque de él se contaban historias asombrosas. Y, si bien nunca habían oído que Unferth hubiera sostenido
tan fieros combates, sentían aprecio por él. El godo lo sabía. Fue por eso que le brillaron los ojos cuando lo desafió:
—Y si tu valor es tan grande, ¿por qué no enfrentas tú a Gréndel?
Unferth permaneció en silencio. Tuvo que aceptar que la victoria era de Beowulf, pero sólo por el momento.
—Esta noche —prosiguió el godo—, tendrás oportunidad de medir nuestra fuerza y nuestro coraje. Y mañana todos podrán regresar sin miedo al palacio —concluyó, y su voz quedó resonando en la sala.
Terminada la disputa, se reanudó el festejo. Hrothgar intentaba disfrutar de la reunión, pero sus temores por lo que fuera a suceder esa noche no lo abandonaban. Antes de retirarse a su
alcoba, entregó el mando a Herot a Beowulf.
—Eres el primero a quien cedo mí palacio. Cuida de él y espera al ogro. Si no pierdes la vida en la batalla, tendrás cuanto quieras.
Sólo los guerreros godos permanecieron en la sala. Beowulf se despojó de su cota de malla, su yelmo y su espada: había prometido luchar sin armas. Se recostó en uno de los bancos, mientras
sus compañeros se preguntaban si volverían con vida a su patria. Sabían que muchos daneses habían encontrado la muerte en ese lugar.
Ya entrada la noche, Grendel salió de la ciénaga. Caminó hacia Herot por la tierra mojada, protegido por la oscuridad. Mientras atravesaba el bosque, dejaba tras de sí grandes huellas de barro.
Le bastó con tocar los cerrojos de hierro con sus inmensas garras para romperlos e ingresar al palacio. Avanzó lentamente por el pavimento de colores tan distintos a él. Sus ojos brillaban
como el fuego.
Le sorprendió ver a tantos guerreros, pues hacía tiempo que merodeaba el Herot sin hallar rastro humano. En la penumbra de la sala, sonreía exhibiendo sus dientes afilados: saboreaba de
antemano el inesperado banquete.
Antes de que los guerreros atinaran a reaccionar, atrapó a su primera presa. El yelmo de la víctima, adornado con la figura del verraco, rodó a los pies de Beowulf. Los godos se apresuraron a tomar las armas, pero la horrible visión del monstruo bebiendo la sangre del guerrero los paralizó. Beowulf fue el único que permaneció acostado, sin moverse siquiera. De ese modo pretendía llamar la atención del ogro.
Grendel extendió su garra y lo palpó. Apenas sintió el roce, el godo se alzó, dispuesto al ataque, y atrapó con fuerza la garra. El gigante forcejeó para soltarse, pero Beowulf no cedió.
El palacio retumbaba con la lucha. Era increíble ver cómo resistía tan dura batalla. Gruesos tirantes de hierro permitían que se sostuviera en pie. Dentro de la sala, los bancos de madera
caían destrozados unos sobre otros. Un rugido poderoso y extraño se oía en toda la comarca. Los daneses estaban tan espantados que no se atrevían a acercarse.
Decididos a darle muerte, los godos empuñaron sus espadas y lo atacaron, pero no lograron herirlo. Ni el mejor hierro podía lastimarlo. Las espadas parecían perder el filo al contacto con su
cuerpo. El ogro hechizaba las armas en cuanto rozaban su piel: esa era su magia.
Mientras tanto, Beowulf continuaba aferrando la garra. Su fuerza le permitía resistir el forcejeo, que cada vez era mayor.
De pronto, el grito de dolor más espantoso resonó en toda la tierra. Algunos reyes de continentes lejanos despertaron de su sueño preguntándose qué había provocado aquel grito. Los godos
se tiraron al suelo y se cubrieron los oídos con mantas.
Beowulf le había arrancado el brazo a Gréndel. La fuerza de su puño había vencido al ogro. Herido de muerte, el monstruo huyó a ocultarse a su guarida.
Los godos contemplaron absortos el brazo y la garra de Grendel que Beowulf sostenía entre sus manos. Satisfecho, se dirigió hacia la entrada del palacio y colgó su trofeo del techo del Herot.
El brillo de la sala contrastaba con el áspero y tosco brazo del ogro.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Beowulf

Adaptado al inglés contemporáneo por J. R. R. Tolkien


Beowulf es el poema inglés antiguo más importante y tal vez el más significante del período Anglo-Sajón. A pesar de ser terminado en el siglo VII de nuestra era está ambientado en la sociedad escandinava del siglo V, narrado por bardos anónimos y trasmitido de generación a generación con, obviamente, algunos cambios.



Introducción

(De la llegada de Scyld)


Desde los tiempos más remotos se trasmite de generación en generación, en el pueblo que habita a las orillas del mar del Norte, la misteriosa leyenda de un héroe que arribó a las playas siendo
todavía un niño, traído por las aguas sobre un escudo que había sido rellenado con paja, a modo de cuna. Allí creció el muchacho, que con el tiempo llegó a ser un valiente guerrero, tan
poderoso que fundó un reino que no tardó en superar en prosperidad y grandeza a todos los países del Norte.


Nadie sabía de dónde procedía ni cuál era su nombre, pero a causa del extraño medio en que había sido traído por el mar, fue llamado Sceaf —haz de paja— o también Scyld —escudo—.
Cuando murió, después de un largo reinado tan próspero como glorioso, obedecieron sus guerreros su último mandato, enviándole a su oscura patria, de nadie conocida. Colocaron su cadáver en un navío cargado con ricos tesoros. Encima de sus restos ondeaba un estandarte dorado.


Las luminosas velas se hincharon al viento, y así como había llegado, de niño, tan misteriosamente, volvió a desaparecer de la vista de sus apenados súbditos. El nieto de este enviado de los dioses, Healfdene, continuó la obra de su abuelo, gobernando con mano firme el país. Cuando falleció este rey, le sucedió su hijo Hrothgar, el cual, acompañado de multitud de sus valientes guerreros, asentó su corte en el país danés. Mandó construir un palacio soberbio, un edificio maravilloso, con resplandecientes almenas y una hermosa sala, ricamente adornada, como no se había visto nada igual en el mundo. Las gentes dieron al castillo el nombre de Herot —ciervo— porque eso es lo que parecía, desafiando a las tempestades con la cornamenta de sus almenas, no temiendo ni siquiera a los incendios, cuando la codicia despertada por tantas riquezas atraía a los enemigos…

miércoles, 13 de agosto de 2008

Trastornos








La noche caía rauda sobre las montañas.

El montañés, sobrio y paciente subía como una abeja a su panal resaltando en el árido paisaje. Sobre el cielo fulgurantes llamaradas cruzaban las nubes como si en él una titánica batalla se librara; sobre este guerrero telón un gran castillo, más que grande gigante, se recortaba sobre el paisaje. Diminutas ventanas se encendían y apagaban continuamente en su interior pareciendo a lo lejos luciérnagas revoloteando en un prado.



El delgaducho hombre se irguió delante del pozo del castillo, esperó que el puente bajara chirriando como si miles de grillos estuvieran en su interior y cantaran al unísono. Cayó pesadamente el antiguo puente, el hombre caminó erguido y rápido, respiraba velozmente y su cuerpo se movía con un ritmo infernal, sus ojos se agrandaron y sus vasos sanguíneos intentaban salir del yugo ocular.



En el cielo las nubes se separaron dejando que un pequeño rayo lunar cayera al espacio iluminando blandamente al hombre, al instante su piel pareció estar en punto de ebullición, sus facciones se alargaron su cuerpo cayó y un aullido terrible sacudió la montaña y el castillo.



La oveja dormía blancamente y no sintió cuando el enorme lobo le cercenó la garganta arrastrándola hacia las montañas como un informe saco de papas rusas.

martes, 22 de julio de 2008










Eres mi todo
Mi universo
Mi estrella
Mi sol
Mi luna
Eres mi roble florecido
Mi brisa de abril
Mi maicena de carnaval
Eres mi alegría
Mi tristeza
Eres mi vida
No seré tu muerte
Eres mi trabajo
Y mi descanso
Mi agua
Mi arena
Mi mar
Mi noche


Mi día
Mi rabia
Mi orgullo
Mi humildad
Eres mi todo
Mi cansancio
Y mi lucha
Mi verdad
No seré tu mentira
Eres mi fuerza
Y debilidad
Eres mi calle atestada
De mangos
De alegrías con coco
De risas en febrero
Eres mi pasado
Serás mi futuro
Eres mi todo
Mi frío de diciembre
Mi alegría de setiembre
Mi pequeña
Lunita que crece
Junto a mi pecho
Durmiendo sus sueños
Que no son míos

sábado, 19 de julio de 2008

Estás dormida


Estás dormida

mientras la ciudad se despierta
y entonces una mano imprudente

recorre tus golfos inexplorados.

Estás dormida
y yo me encuentro a tu lado
tan lejos y tan cerca
que me odio de no darte un beso.


Yo, aquí despierto,
te siento sin verte
sin querer sentirte
porque entonces la lluvia
que embarga mi alma
se desbocaría en tormenta.
Estoy aquí, despierto,
y tú allí sueñas
sola, sin mí.

viernes, 18 de julio de 2008

NOCTURNO IDEAL




Ha caído la noche


y no estás tú.




Te mueves en las sombras


que las velas cubren,


dentro del todo


que es mi cuarto.


Rodeo sin pena


las ganas de cubrir tu vientre


con la fuerza de mi carne,


deslizar mis poros


hasta confundir


tus estrellas con mi tierra.




Mi cuerpo desacomoda


en mi mente


las formas que tu forma


construiría a mi lado


si estuvieras aquí.




Te veo,


sin embargo,


correr por mis ganas,


reírte de mi deseo,


hacer florecer mi angustia,


que crece sin remedio


pues, a pesar de todo,


ha caido la noche


y no estás tú.

DESPEDIDA

Me levanté de ti y ya no existía satisfacción.

Mi piel desgarrada sólo quería partir

Un beso más, otra caricia, únicamente aumentarían el dolor,

las ganas intensas de volar lejos

y el deseo de ocultar en el mar

la esperanza de no verte

cuando me levante de la cama

para ir a trabajar.

jueves, 19 de junio de 2008

Mapas de la Tierra Media

Paseando por un cibernético bosque encantado encontré esta información que creo importante aquí la traigo para que ningún nigromante u oscuro ser nos la arrebate.

http://www.elfenomeno.com/GoogleMiddleEarth/

martes, 25 de marzo de 2008

lunes, 17 de marzo de 2008

LAS ERAS DE GUILDOR.

LAS ERAS DE GUILDOR.
1. Introducción al tema.
2. Las eras generales.
2.1. La Era Oscura.
2.2. La Era del Cambio.
2.3. La Era Tercia.
2.4. La Era de las Luchas.
2.5. La Era del Dragón.
3. las eras internas.
3.1. El Imperio Kipón.
3.1.1. La Era Turbulenta.
3.1.2. La Era de los Primeros Dioses.
3.1.3. La Era de los Kodozín.
3.1.4. La Era Muerta.
3.1.4.1. El Usurpador
3.1.4.2. El imperio Flotante.
3.1.5. La Era de Jade
3.2. Los Arvak.
3.2.1. La Era del Nacimiento
3.2.2. La Era de las Movilizaciones.
3.2.3. La Era Varivasia.
3.2.4. El Interregno.
3.2.5. La Era del Regreso.
3.3. La Tierra Oscura y la Tierra Luminosa.
3.3.1. Consideraciones.
3.3.2. El por qué no existen eras en la Tierra Oscura ni en la Tierra Luminosa.
3.4. El reino de Anfet y los Señores de los Caballos.
3.4.1. Consideraciones.
3.4.2. La Era de la Unidad.
3.4.3. La Separación.

lunes, 3 de marzo de 2008

Borrador de guión técnico de cortometraje "El Des-animado"

Al que le interese que me diga.

Idea original: Félix Martínez Pantoja
Borrador original: Angork

Personajes:
El que lleva.
El de la silla de ruedas.
El Barman.
El borracho.
Clientes varios del bar (cuatro o cinco)


Tiempo
La acción sucede en el transcurso de una noche, probablemente entre las 9:00 p.m. y 12:00 a.m.

Plano general, exterior noche. Un hombre leva a otro que va en silla de ruedas (5 seg.)
Plano general, interior noche. Los dos hombres llegan a cantina (10 seg.)
Primer plano, interior noche. Caras de los clientes que ven a los que entran se ven diferentes actitudes, indiferencia, sorpresa, etc. (4 tomas, 3 seg. = 12 seg.)
Plano medio, interior noche. Los dos hombres se acercan a la barra de la cantina, el barman se les acerca (5 seg.)
Plano medio, interior noche. El que lleva al de la silla de ruedas habla con el barman (6 seg.)
Primer plano, interior noche. Cara del barman que asiente. (4 seg.)
Plano medio, interior noche. El barman sirve un trago de ron (aguardiente, whisky) (3.seg.)
Plano secuencia, va desde
general a primerísimo primer
plano, interior noche. El barman sirve vasos del trago anterior, dejando todos en la barra (5X3 seg.= 15 seg.)
Plano general, interior noche. Borracho se acerca (entra de la calle?) a la barra. (7 seg.)
Plano medio, interior noche. Borracho ve al que está en la silla de ruedas, habla con él. (6 seg.)
Plano detalle, interior noche. Ojos borracho. (3 seg.)
Plano detalle, interior noche. Boca borracho. (3 seg.)
Plano detalle, interior noche. Manos borracho. (3 seg.)
Plano detalle, interior noche. Cara desaprobación del barman al ver la conversación. (3 seg.)
Plano detalle, interior noche. Borracho dormido (llorando?). (3 seg.)
Plano medio, interior noche. Llega el que llevaba al de la silla de ruedas. (4 seg.)
Plano medio, interior noche. Paga al barman (10 seg.)
Plano detalle, interior noche. Rueda de la silla de ruedas, se mueve. (4 seg.)
Plano general, exterior noche. Igual al primer plano, sólo que van de espaldas (5 seg.)
Plano medio, interior noche. Entran a un cuarto, una casa, etc. (5 seg.)
Plano medio, interior noche. El que lleva coloca al de la silla a un lado de una cama. (5 seg.)
Plano medio, interior noche. Desde la perspectiva del que está sentado en la silla se ve al que lo lleva halando algo. (3 seg.)
Plano detalle, interior noche. Mano halando boquilla de aire. (3 seg.)
Plano medio, interior noche. Desde la perspectiva del que está sentado en la silla, la cámara se mueve en un till down suave, se ve como una mano (brazo, pierna) se desinfla. (15 seg.)
Cámara pasa a negro, efecto de televisión que se apaga. Corren créditos.

viernes, 25 de enero de 2008

Finale

Cadáver cronal

De niño la había escuchado en un crepitante disco
Risotadas y empujones de la nueva ola que
ninguna gramática pondría en claro
como el progreso no-conoce-límites, en España se
venden paquetes
Valentina, de sentir tus bofetadas, tu saliva en mi
cara....
se peinan se visten, y así progresivamente van
volviendo
a ser lo
que son

vestida sin capricho,
y ya van miles de años de manera que calcule
ya ve – dijo Dina, cerrando los ojos
absortas en los avisos de liquidaciones, de perfumes
pero Lucho había bromeado

Histórico cadáver

¿Por qué mientes?
¡Qué le parece!
Los mirones se empezaron a preocupar
Concluyeron que lo mejor era echarla a rodar
Única menonita que había escapado
a la tradición

frío y polvo sobre sus espaldas
logró convencer a los dos tipos
concluyeron que lo mejor era echarla a rodar
y si no lo hacía bastaba con mirarlo
y trazaron minuciosamente el mapa

nueva carretera con monumentos de sal y
estatuas metálicas
encontrar una uña en lo mejor del bocado
claro que sé como son las cosas.

Exquisito paratexto

Por algún rasgo suyo
Aunque nunca tanto como
para perder el dominio suyo
una “camisa marrón” se acercó a él
corresponden quizá algunos motivos
para la guerra
estaba fuera de sí
acaso no esperaban una prueba
de lo que había afirmado
durante años?
De vez en cuando recibía pequeños encargos
sus fluxiones
empezó a estudiar los anuncios de los diarios
se reservaba en todo caso el derecho
de decidir su posterior empleo
y no quiso oír ni hablar nunca más
creía descubrir dudas o
por lo menos
un ligero escepticismo
sin ensuciarse él las manos ni perjudicarse
llegó a creer en una especie de herencia
retroactiva o trascendental
casi nadie creía en la chapucería del tiempo
debía considerarse despedido
entre otras
no pertenecía ni a la orquesta ni al coro
que atañía sobre todo a la agricultura

Reino cadavérico

Tras de vendar la herida con limpio lino
¿el padre Kezer, supongo?
El sacerdote siguió a las hermanas en la
Oscuridad

Empero, un día, con repentino impulso
Densa de vapores
El obispo comprendería lo que él valía.

Tertium cadaveris

España exquisita de paratextos

Tiene que haber alguno
Por cierto, ¿cómo andas de amores?
Y además de un hombre. Y además
de un amigo tuyo.
Amor y lujo a partes iguales
Colgándosele del brazo
Del brazo con su madre
¡Ya quisieran algunos ser tan altos!

Exquisita medianez

Más raras veces al mando de capitanes menores
En esa ocasión miró Aldarión a Erendis por primera vez
No perseguirás a los que te rechazan
El significado del nombre se explica en relación con los mallorn
Respondió Turín

Mientras el poder de Morgoth se concentraba

En la primavera llegaron dos elfos
En los valles del Anduin
Escuchad ahora, pueblo de Brethil,
E incluía la región donde ahora se encuentra Dol Guldur
¿no he de ser obedecido cuando parto?

Porque era la más larga medida

¿Quiénes serán mis compañeros?
Perfectamente registrado,
Las esposas de Dorlas y Hunthor,
Y envíe buenos vientos a nuestros velámenes
Su ejército está destruido.

Negro cadáver

Julián se presentó ante el marqués vestido de negro
“este joven hace honor al departamento”
tiene un porte de reina

por las numerosas cartas que le dictaba el señor de
La Mole
Cómo podría él vivir allí?
Como a un monstruo sanguinario y jacobino
Lo que no hacía más que asegurar su efecto.

Paratexto afrancesado

En las condiciones que veremos
Le ha ocurrido algo grave a un vecino mío
Nuestros conciudadanos no se
apuraron a estar contentos
la comprensión

y toda la familia había tenido que ponerse
en cuarentena
pero hay ciudades y países donde la gente tiene
el olor insulso de los crisantemos
al mismo tiempo ociosos

se encontró aislada por segunda vez
el suelo hundido formaba un lago
de agua cresilada
ah doctor, quisiera aprender a expresarme
si no es que tengo que combatirla al lado de usted.

Paratexto ficticio

¡Pero lo hacía en orden invertido!
Respondí
Moviéndose como burbujas
arrastradas por el viento

he desviado haciéndola pasar por mi cámara

un manto blanco
aunque no ignoraba que la selva
podía ocultar seres hostiles
era una mañana primaveral perfecta.

Cadáver de la ciencia

La fusión había sido muy satisfactoria
Cuando la mente del Racional, por
sí misma
¿Y como evitaría que Odeen se diera
cuenta?

Tú me has ayudado a desperdiciar el
Agua
Y atreverse a ...?
Ella no es una Emocional corriente

Dua era tan difícil
Maldita sea,
Es la información que obtienes

Dígales que estaba equivocado
Casi como si pensaren Tritt lo hubiese
traído aquí
que pudiese ser asimilado con provecho
por un Ser Blando
Gottstein hizo caso omiso de la
Interrupción
Él había sido uno de los factores
Importantes
¿Opina usted que pueda tener alguna
importancia?
Todos los otros turistas se reiránAsí parece.

Secundum entregarum

Paratexto científico

Odeen tenía una conciencia moderada
Cuando lo había oído pronunciar
por primera vez
ella no es una Emocional corriente
si los Seres Duros eran tan poderosos
Tritt sintió una punzada de interés
Odeen estaba recuperando su forma

Sólo una pequeña parte dijo Dua

Odeen no estaba seguro de comprender
el individualismo
aunque ello significase que debía atravesar
rocas
el sistema solar alcance el equilibrio?
Nadie, a excepción de Tritt ,se interesaba
por el tríade
entonces, ¿Por qué no la llamas comida?

Si un Ser Duro pasaba con lentitud,
Parecen desesperados,
Como más de un político
Losten se volvió hacia Odeen con evidente
Alivio
Porque los electrodos se le antojaban más
brillantes que de costumbre

le estaría captando lejos, en su propia caverna

y se mezclaban y se atravesaban entre sí
No le importaba Dua.
Pero por fin se tropezó con Odeen
Pero nunca dejamos de desarrollarnos
La levantó.

El contorno de Tritt estaba obstinadamente plano

Al llegar a este punto,
Consistía en investigar la Bomba
Dentro de poco conceran las palabras
Suficientes
A la proporción más alta de bombeamiento
Losten confesó que en física ya no podía
enseñar nada a Odeen
entonces, él retiró su mano
Paratexto dramático
No es conveniente que el público
le vea asistir a una obra
porque en esta competencia
las miserias de sus relaciones
le traen de nuevo a la memoria
y se encuentran con la joven
en la mitad del camino
deste ilustre caballero
para introducir en él la cabeza y gritar
el recuerdo de su padre y de su abuelo,
sus huesos,
a pesar de sus propios achaques.

Cadáver francés

Se frotaba las manos
Como en el momento más grave
Y además....
El juez hizo llamar
Evidentemente no hay derecho
Por esto por lo que no he tenido nada
Que hay derecho de hacerle eso a un hombre?

Paratexto histórico

Y terminó decepcionando a su madre
Nada más había que recordar la ordenada
disposición de las latas
quien después viajaría a morir
quienes, uno a uno, iría pasando al estrado
largo hasta la cintura, sedoso y uniforme
como un pincel
piel grisácea del basurero
lodo el desarrollo de la hermosura
ella miraba soñadoramente el casco
se dejaba llevar por la inspiración
porque doña Paulina se había parado al frente

casi los tres metros y muchachas de
no más de 17 años
conversar con nuestros muertos por el teléfono
por esto, quizás, era que miraban a los
recién llegados
calle del comercio
nebulosidad de lo inexistente
ahora sí el propietario estalla
y descubrió que no existía
aquellos que no conocían la Meseta
el máximo exponente de la actividad
dialéctico – trivial
primates como seres escapados

los norteamericanos están impacientes
de ayudante de bus pasó a conductor.
Cadáver oriental
Pero no deploraba la intoxicación
Ardía en el techo con luz baja
Las pupilas tan negras y las
órbitas tan blancas
que parece un dios

y al otro día también
porque ella deseaba tocarle
lo que deseaba que le escribiese

porque ella deseaba tocarle
luego dijo a Ling Sao que debía
apartarse de la muerta
más no dejó de notar la mirada

Dramatis paratexto

Y los compromisos que Fernán Sánchez
tiene contraídos
de todos modos, que le respondan o no,
la pureza puede ser tan excitante como la putería
sin pedir más explicaciones
el peinado alto, los cabellos sujetos.

Hace llamar a Francisco, su cochero,
Por los cuatro costados a tronidos
Ensordecedores
Apenas si se apercibe que termina el
segundo acto
estacionado con los visillos corridos
a ella la noticia le paraliza de estupor
tampoco puede faltar en sus
comunicaciones cotidianas a Sessa

cuyos ojos parecen culebrinas disparando
interrogaciones
la expresión horrorizada de la niña,
una ninfa tal vez,
los latigazos nocturnos del sacerdote
sobre la espalda
pero esa es una de esas circunstancias
le llena de tal modo la existencia
¿A mi hermana?

Hiere con sus burlas afiladas las
partes más sensibles
el poeta encontró una excelente excusa
es imposible dejar de mencionarla
figura hermética encapotada de oro
“Soledades”
sus pobres huesos ateridos por
la edad y el desengaño

¿Hasta dónde estará dispuesta a llevar
estos amores profanos?
Con el calor de una nueva pasión
La hora lóbrega
Por la edad y el desengaño
Bajando la cabeza susurró

Estudia su paso, su figura,
su manera de vestir,
sus ademanes

Cadáver alemán

Con los métodos de trabajo
de su época
las mujeres, a quienes había
enfrentado sin quererlo
en busca de un nuevo empleo
para “hacerle una proposición”
las preliminares se habían ultimado
la oportunidad que le habían
brindado no duraría
eternamente

las nubes se dispersaron como obedeciendo
donde el semicírculo de calles del cinturón
meridional
como para perder el dominio de sí mismo
al poco rato de entrar en funcionamiento
lo que hasta hoy había considerado una
ocupación teórica
no se advertía en ellos una maligna satisfacción?

Cadáveres ficticios

Se hizo el silencio
Haber cargado tanta comida
Que todavía brillaban con rojo resplandor

Solo somos ciento dos
Estos cuentos también tienen ingenuidades
Parece extraño.

Exquisito paratexto egipcio

Firmemente con pasos intrépidos
Cadena hecha por el hombre?
Amar es ilimitado?
Y quién podrá llevaros a juicio?
¿es que he hablado de otra cosa hoy?

Primeros Cadáveres

Cadáver mediano
Y prosiguió cabalgando solo hacia Armenelos
Aunque no con tanta abundancia
E incluía la región donde se levantaría después Dol Guldur
Erendis no se hizo presente a la mesa
Vivieron durante siglos en los bosques

Hay más cosas de las que quiero enterarme
Por causa de los “hombres púkel”
No, a no ser que puedas volver el tiempo atrás
Y se sentó junto a una laguna
Y en las calles cantaban los hombres y las mujeres.

Cronoparatexto

Notable acuerdo político en montones de cosas
La abrazó estrechamente,
Cuyo único incentivo es bajar las marcas
Pasaron las fotos de la misa
¿Le contaste a tu mamá?
En España se venden paquetes que contienen
treinta y dos cajas de cerillas

ese silencio civilizado, esa película que solamente
ellos iban a ver
pero las condiciones medievales de las salas
cinematográficas
ajustándose el sostén del bikini
esperamos un tiempo sin medida posible
pero nunca había podido hablar con alguien así

Rojo texto

Y la desesperación silenciosa del señor de Croisenois
Cómo me gustan sus grandes ojos azules
cuando me miran
como tan a menudo
lo hacen
como ya no se aburría desde hace dos meses
tantas veces ejercida,
escribir con su mano poderosa
las puertas del torreón se abrieron muy temprano

“iré abriendo poco a poco y daré a conocer mi voz”
su éxtasis llegó a un estado de exaltación
abrió la ventana lo suficiente
y pidió que le anunciaran al señor de La Mole
la señora de Renal vertió algunas lágrimas
¡desgraciado del que inventa cuando habla!

Un pobre clérigo como él se debía por entero a la
Vocación
Una grosería,
Se entregaba sin vergüenza a ese sentimiento.


Llaves paratextuales

Y se suministran calor suplementario con piel de oveja
¿Verdad que hemos empleado buena táctica?
Antes de pasar a Oxford
Nada tenía ni era nadie
¿No hay en su propia tierra hombres perversos a
quienes regenerar?


Cadáver Paratextual oriental

Habían colocado su glorificación personal
Y sus ansias de poder
Adelantó su labio inferior con gesto petulante
Y una actitud elástica con respecto a la verdad
Junto a millones de personas
Dos de sus amigos recibieron disparos y murieron
Mientras estaban explorando la cueva
Tras un momento de silencio
Aunque las justifican y rechazan llamándolas
“humor” y corazonadas”
durante sus veinte minutos de ejercicio
en las callejuelas
pero la corriente del río subterráneo
se dirigía hacia Francia
obviamente había ensayado su primera frase.


Partexto oriental 2

Sólo cuando llegó a los diez
Como si en la tierra perdurara la paz
El mayor parecía ya un hombrecito
De manera que algo bueno
representaban aquellos
malos tiempos
masticó un poco de arroz

levantando un surtidor de oscura tierra
mientras él se alejaba hacia el interior
de la casa
a costa de la persona de su hijo menor
procuraba no peinarse ni lavarse la cara
Ling Tan y el primogénito le
miraron hasta que se
perdió de vista

Wu Lien, sonriendo, desistió de
detallar a Ling Tan
escribió unos caracteres grandes y
rotundos que Wu Lien
no entendió
y salió tan enclenque y paliducho
todos son niños y mujeres
pensaba, animándose.

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