martes, 25 de octubre de 2011

Desayuno

No dije que lo sabía. Adriana se levantó y tomó el café, tras ella la ciudad ensordecía el alma de sus habitantes. La miré, esperé su sonrisa lobuna que siempre me estremecía. Abajo Daniel, escondido tras del volante, esperaba con toda su ropa.

Terminó el café y me dio un rápido beso húmedo.

- Nos vemos a la noche – mintió - el café te quedó delicioso como nunca.

No dije nada, hice la mueca de una sonrisa y seguí ordenando el pedido de cicuta de la oficina que, equivocadamente, llegó al apartamento, hacía falta una cajita pero nadie lo notará.

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