lunes, 19 de octubre de 2015

Mitos y leyendas de Paranawa (Una breve relación)








4ª PARTE

A pesar que pensé que sería algo relativamente fácil, no encontré relatos o leyendas parecidas al de nuestro tema. Sin embargo, encontré un que se desarrolla en Teleolapan (Guerrero, México) y otra que igualmente se desarrolla en México, esta vez en el municipio de Calera, cabecera municipal Victor Rosales, Estado Zacatecas. En ambas historias aparece un bebé que alguien encuentra en medio de la calle o en el campo, es hermoso y siempre lo recogen cuando el que lo recoge manifiesta la belleza que envuelve al bebé, este adquiere un tinte diabólico y dice “y también tengo dientecitos”. Frase esta que se repite en ambas historias.[1]

A diferencia de nuestro niño/diablo, las víctimas son todas trabajadores, que vuelven a su hogar, es la compasión los que los mueve a recoger al bebé, es decir que tienen un alma cristiana. Sin embargo, esta aparición no afecta al alma del humano, si bien en el relato de la Calera es un anuncio del final de la vida de la víctima, esto no implica per se que el sujeto se vaya al infierno.

Jean Chevalier, en su diccionario de Símbolos dice que la infancia es símbolo de simplicidad natural, de espontaneidad. Para él el niño es “espontáneo, apacible, concentrado, sin intención ni reserva mental”[2]. Por su lado en la misma obra define el símbolo del diablo como “todas las fuerzas que turban, obscurecen, y debilitan la conciencia y determinan su regreso a lo indeterminado y ambivalente”[3]. En pocas palabras un niño/diablo son antítesis perfectas, ni siquiera son complementarios como el ying y el yang, no son opuestos complementarios son opuestos que se repelen. De ahí que la última imagen de nuestra leyenda de la Cruz de Mayo es precisamente la más contradictoria, la más interesante. En el fondo encontraremos que, muchas cosas en nuestra vida, tal antítesis de las imágenes puede ser inexistente y que depende de dónde viene la visión así será el resultado..

Los demonios, en sus orígenes etimológicos (δαίμων en griego) no son malvados. De hecho en muchas culturas no son ni buenos ni malos o, mejor, pueden actuar con bondad o maldad de acuerdo a su personalidad o deseo. El demonio es un ángel caído que por lo tanto posee cierta belleza llamativa a los humanos.

En los “Diálogos” Platón establece que Sócrates hablaba de un δαίμων interno que le hablaba sobre lo bueno o lo malo de sus actuaciones. No solamente Sócrates tenía como existentes a los δαίμων, básicamente son entes que van de lo divino a lo semidivino que pueden incluso entrar en el cuerpo de los mortales para ayudarles en alguna tarea difícil. Para Sócrates, le sirven de guía interna para distinguir lo bueno de lo malo identificándose en esta concepción con la conciencia. En general estos seres son benéficos (denominados Agatos) aunque no dejan de existir los moralmente reprochables (los denominados Cacos), se relacionan básicamente sea con las almas de los antepasados o con entes elementales que, en todo caso, se convierten en energías que actúan al interior del ser humano.

Hacia el Siglo II D.C., a partir de la traducción de la Biblia denominada Septuaginta, se relacionan los demonios con el diablo. Teológos cristianos como Cipriano de Cartago, se apropian de la circunstancia de la interiorización del δαίμων dentro del ser humano para establecer que: “Son espíritus impuros y errantes, quién, después de haber estado imbuido en vicios terrenales, se han ido de su forma celestial por el corrompimiento de la tierra, y no cesa, cuando se es arruinado uno, buscan la ruina de otros; Y cuando se degradan ellos, al infundir en otros el error de su degradación. Estos demonios que los poetas también reconocen, y que Sócrates dio fe de que él estaba adiestrado y dominado en la voluntad de un demonio”(…)[4]

De ahí a relacionar esto con las posesiones y llegar a “El exorcista” no hay sino un paso que, efectivamente, se dio. Desde ese momento los δαίμων están indefectiblemente unidos al mal, al diablo y se alejan del bien y, por consiguiente, de la belleza y de lo puro. Desde ese punto de vista el cambio de la concepción del δαίμων de sus inicios a su acepción cristiana parece un estudio de la estética clásica. Es decir, en sus inicios el δαίμων es bello, bueno y justo, por consiguiente estético, mientras que al ser subsumido en la mitología protocristiana es un ser feo, malo e injusto que busca la perdición de la humanidad, por tanto antiestético.

Entonces, volviendo a lo nuestro, desde este orden de ideas es casi que palmario concluir que era forzosa y necesaria la utilización de los niños dentro de la iconografía demoníaca porque es una retroproyección de su origen puro e inocente, que pretende, en el fondo, ayudar al ser humano a mantenerse dentro de la vía divina. De ahí que solamente aparezcan en nuestro relato a los pecadores que van camino del mal. Obsérvese que en este relato nadie muere sino que se le hace un llamado de atención para que vuelva al buen camino y deje de ser adúltero, ebrio, envidioso, etc.

Esta característica es importante y, aunque no única, es diciente de la posición que, a la larga, asume el símbolo del demonio cristiano en Paranawa. No es realmente una antítesis de Dios, no puede ser su contrario porque no tiene la fuerza para convertirse en ello, el diablo es la amenaza del castigo que tendrán los pecadores en la otra vida y una garantía del paraíso para los que cumplan con las enseñanzas de la iglesia.


[2] Chevalier, Jean “Diccionarios de los Símbolos”; Editorial Herder, Barcelona, 1986, pág 754.
[3] Ïbidem, pág 414.
[4] Citado en http://noxeetomnia.blogspot.com.co/2009/02/vel-noster-iriure-appareat-cu.html#comment-form

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