miércoles, 15 de abril de 2015

Mitos y Leyendas de Paranawa, (Una breve relación)

EL DIABLO Y LA CRUZ DE MAYO. 1ª Parte


Cruz de Mayo actual, era más grande, pero aún permanece en su lugar.

 Es noche en Paranawa. Arriba la luna orgullosa descuelga sus rayos de luz sobre los mortales. Abajo un feliz/embriagado transeúnte camina por las destapadas y, a veces, polvorientas calles del pueblo. Siente, o presiente, la cercanía del arroyo grande, una agradable frescura húmeda que llega hasta la piel es el indicio de esa proximidad.
Pronto estará en su casa, sin embargo, siente que algo está mal, la parte límbica de su cerebro así se lo indica junto con algunas señales confusas de peligro que apenas logra percibir. Un sonido en alguna cerca, un olor extraño en las cercanías nada concreto pero sí extraño. Giró a su alrededor y no vio nada, todas las puertas de madera cerradas, todas la velas apagadas, todos los sonidos acallados. Nada le mostraba que pasara algo pero la sensación persistía allí agazapada en algún sombrío cuarto de su mente.
Siguió su camino.
De repente, de adentro de la oscuridad escucha un sollozo, leve, casi etéreo. El sonido viene del final de la calle, donde se estrella con la vía al puente que está a dos pasos. Débilmente agarra su mochila y trata, inútilmente, de apurar el paso. Sabe que tiene que pasar por ahí, sabe que algo está mal porque es tarde y los vapores del ron ya se le escaparon, pero también sabe que no puede hacer nada, que es inútil cualquier resistencia, que ya ha perdido. Camina hacia la oscuridad esperando lo peor.
Es un niño.
Encuentra un niño llorando precisamente en el cruce de las calles. Un niño oscuro como el carbón, solitario y con miedo en mitad de la noche; parece un Lalito de dulce que alguien dejó botado en la calle. Él exborracho suspira dejando de lado cualquier aprehensión para acercarse a la figura que lo espera como si fuera su última esperanza.
Entonces, cuando lo toma de la mano a ver qué pasa, siente como esta crece y se hace pesada, los ojos del oscuro infante se enrojecen como ascuas recién encendidas en medio del carbón de su piel. Todo él aumenta de manera desmesurada, incomprensible. Es en ese instante en que nuestro exborrachín se da cuenta que se encontró con el diablo y que no tiene otra opción que el…
Desmayo.

Así, más o menos, me contaron que, donde está ahora la Cruz de Mayo, se aparecía el diablo. Algunas veces era un niño, un negrito, otras perros infernales, siempre con ojos rojos, pero a estos animales les salía fuego de las fauces; en otras ocasiones era simplemente una bola de fuego que atacaba a su víctima sin llegar a tocarla pero sin dejar de perseguirla. Era un castigo, decía el cura del pueblo, un castigo que desapareció cuando el mismo cura consagró el lugar y puso una cruz de recordatorio. Esa es la Cruz de Mayo. Allí está aún, a veces pintada, a veces descascarándose, pero siempre vigilante ante los ataques del demonio.

No hay comentarios:

Buscador

Google